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Robert Kennedy cree que las estelas de los aviones son una conspiración. R.C.

El veneno en las estelas de los aviones, la última conspiranoia en la que cree el Gobierno de Trump

Robert Kennedy junior defiende las 'chemtrails', una teoría que dice que son químicos para controlar a la ciudadanía y crear huracanes

Jueves, 15 de mayo 2025, 23:11

Pocas ocurrencias pueden definir mejor al hombre que Donald Trump ha situado al frente de la Sanidad estadounidense como la protagonizada hace 11 años por Robert Kennedy junior con el cadáver de un osezno. El actual secretario de Salud norteamericano, del que dependen el bienestar de 340 millones de estadounidenses y la regulación de medicinas y alimentos, fue capaz de abandonar el cuerpo del animal en pleno Central Park, el enorme parque situado en el corazón de Nueva York. Ocurrió en 2014 y no lo reconoció hasta el año pasado. Encontró al pequeño oso atropellado durante una cacería y lo subió a su camioneta para despiezarlo y congelarlo. Lo de dejarlo en Central Park simulando que había muerto arrollado por una bici le pareció «divertido».

La última de las paranoias de este consumidor de cocaína y heroína en su juventud tiene que ver con la estela de color blanquecino que dejan los aviones cuando surcan los cielos. Los científicos han explicado que no son más que gotas de agua que se concentran alrededor del combustible quemado durante el vuelo y que normalmente desaparecen en unos minutos. En resumen, cristales de hielo. Sin embargo, Kennedy, un abogado ambientalista sin ninguna formación científica, defendió la semana pasada en un programa de televisión la teoría de las 'estelas químicas' ('chemtrails', en inglés), una elucubración sin base alguna nacida hace tres décadas que defiende que son sustancias químicas esparcidas de forma deliberada con finalidades tan diversas como controlar las mentes de los ciudadanos, esterilizarles o alterar el clima. Sobre esto último han llegado a afirmar que las estelas crearían o intensificarían los huracanes. «Son productos incorporados al queroseno de los aviones. Haré todo lo que esté a mi alcance para poner fin a esto», afirmó el miembro del Gabinete de Trump, que pasó su examen de confirmación en el Senado por un estrecho margen de 52 votos a favor y 48 en contra.

Kennedy ha culpado a la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzados de Defensa, más conocida como Darpa, por sus siglas en inglés. Creada en 1958 como respuesta al lanzamiento del Sputnik por la Unión Soviética, se trata de una agencia del Departamento de Defensa norteamericano que se encarga del desarrollo de tecnologías punteras con finalidad militar. Allí surgió Arpanet, el embrión de lo que sería internet. Dado su secretismo, ha sido acusada de mil y una conspiraciones.

«¿Vacunaría a sus hijos?»

Sobrino del asesinado presidente John Fitzgerald Kennedy e hijo del senador Robert Kennedy –este también murió en un atentado–, la azarosa carrera del rebelde de la trágica dinastía está preñada de acciones y afirmaciones tanto o más llamativas y, sobre todo, más peligrosas que las mencionadas. Dejando a un lado su brusco cambio de bando político –abandonó a los demócratas para presentarse a las elecciones presidenciales como independiente para finalmente abrazar a Trump; por el camino, había elegido como vicepresidente a una leyenda del fútbol americano que rechaza las vacunas y aficionado a la ayahuasca–, lo que de verdad ha causado alarma es su conspiranoia en lo tocante a los temas sanitarios.

El hombre que quiere «volver a hacer a los estadounidenses la gente más sana del mundo» es un antivacunas declarado, pone en duda que el cloro en el agua sea seguro y ha apoyado, cuando no liderado, movimientos que cuestionan la regulación y seguridad de los medicamentos. La primera de las cuestiones -su rechazo a las inoculaciones- ha traído cola en el país por una epidemia de sarampión que ha afectado a un millar de personas, la mayor parte de ellas no vacunadas, y ha dejado tres muertos.

Preguntado este miércoles ante la Comisión de Salud del Senado sobre si vacunaría a sus hijos contra esta enfermedad, Kennedy eludió responder directamente. «¿Sarampión? Probablemente, en lo que respecta al sarampión, diría que mis opiniones sobre las vacunas son irrelevantes. No creo que la gente deba seguir mis consejos, ni siquiera los consejos médicos». Sobre la triple vírica -la fórmula que además de contra el sarampión protege frente a las paperas y la rubeola- también dejó un mensaje preocupante. «No voy a decirle a la gente que todo es seguro y eficaz si sé que hay problemas», aseguró sin aportar prueba alguna de esos supuestos problemas. Sí se mostró firme a la hora de formular sus prioridades: «Identificar las causas ambientales que contribuyen al autismo y abordar las crecientes tasas de enfermedades crónicas». El autismo es uno de los grandes caballos de batalla de los conspiranoicos.

Su llegada a la dirección de la Sanidad norteamericana ha sido recibida por la comunidad científica con una mezcla de indignación y estupor. «Como un terraplanista al frente de la NASA», afirmó un científico. Durante la pandemia, Kennedy propuso retirar las vacunas contra el covid y sustituirlas por la hidroxicloroquina, un 'tratamiento' que causó la muerte de 17.000 personas en Estados Unidos, España, Bélgica, Italia, Turquía y Francia. También escribió un libro contra Anthony Fauci, el equivalente norteamericano de Fernando Simón. Antes, en 2007, fundó la organización Children's Health Defense, una entidad dedicada a denunciar lo que considera prácticas dañinas en la industria farmacéutica. En su actual cargo, también controlará, como queda dicho, la aprobación de los medicamentos.

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