
Ana Asensio
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Ana Asensio
Lo mío fue un desbordamiento a todos los niveles por falta de consciencia, por querer dar, dar y dar y decir que sí a todo. ... Empecé a sentirme mal y, al final, la ansiedad y el pánico acabaron saliendo. Y colapsé». Lo cuenta Ana Asensio, psicóloga, doctora en neurociencia y madre de cuatro hijos, pero lo podrían contar muchas madres que, además de asumir la mayor parte de las tareas domésticas, también asumen las de planificación y organización del hogar, lo que se conoce como carga mental. Tras vivir esa experiencia y verla en muchas de sus pacientes, Asensio aprendió que por mucho que le guste cuidar, tiene una energía limitada. «Necesito ser cuidada por mí y por los demás».
-Alguna madre habrá que solo salga hoy a tomarse el vermú con la familia porque es su día. Como algo especial.
-En nuestra generación, ya no tanto. Pero, a veces, a la madre lo que le apetece es tomarse el vermú sola o con las amigas. Muchas veces habría que preguntarle a esa madre qué hay dentro de ella.
-Habrá quien responda que una carga mental tremenda.
-También los hombres llevan su carga, ¿eh? Pero la carga mental de las mujeres siempre es mayor porque no tienen esa capacidad de desconexión, porque se adelantan a cubrir necesidades, a cuidar antes de que se lo pidan. Se hacen cargo de las funciones de todo el mundo porque sienten esa vocación, porque es algo que se les da bien, o que han aprendido, o que tienen que hacer. Y en el momento en el que se vacían y no pueden más, es cuando empiezan a somatizar y a sentirse mal.
-¿Cuál es el impacto de esa carga mental en la mujer?
-Pues, como yo tengo que desahogar esto con alguien, lo primero es ir contra mí: empiezo a ser poco amable, a rumiar que no lo hago lo suficientemente bien, a pensar en qué me estoy equivocando para que no me ayuden, para sentirme así.
-¿Y en la pareja?
-Empezamos a detectar en el otro lo que no cubre: que no nos entiende, que no nos ayuda. Y se empieza a generar tal sensación de malestar que, cuando ellos se dan cuenta de cómo estamos nosotras, ya tenemos un rencor que, a veces, cuesta muchísimo reparar.
-Hay madres que se culpabilizan por tomarse un tiempo para ellas.
-Bueno, es que ellos no suelen sentir culpa porque no están entrenados para eso y, además, es que no les conviene. Creo que viene muy aprendido de casa, muy estimulado en su cerebro y muy ensayado en la vida. Por eso, quitarles ese tiempo para ellos es quitarles un privilegio. Pero nosotras, cuando estamos desbordadas es cuando nos damos cuenta de que necesitamos ese autocuidado. Y cuando lo hacemos, nos sentimos mal porque sentimos que hay que dar explicaciones: qué van a pensar mis hijos, qué madre más rara soy, esto quién lo hace, tengo que pedirle el favor a mi marido… En fin, una lucha interna. Y entonces, ¿qué haces? Decides que no sales, te quedas en casa y dices: «Esta hora es para mí». Pero, de repente, te sientas y dices «bueno, pues aprovecho y hago el cambio de armarios». A ver, ¿esa hora no era para ti? Pues sí, lo es aunque no hagas nada productivo para el hogar, porque dejar un espacio de descanso, de vacío y de llenado de otras cosas hace que tu cerebro y tu cuerpo descansen y se recarguen. Y eso sí es cosa nuestra.
-¿Cómo se consigue compartir responsabilidades con la pareja?
-Con la pareja hay que hablar de adulto a adulto. Yo necesito esto, ¿tú qué necesitas? Desde nuestras necesidades y desde lo que podemos dar, veamos qué me puedo plantear yo para hacerte la vida mejor y qué te puedes plantear tú para hacerme a mí la vida mejor. Se trata de negociación, distribución, reparto, coordinación, pacto. Esas son las palabras.
-¿Y con los hijos?
-Con el modelo. Nosotros educamos más por lo que hacemos que por lo que decimos. Pero, además, hay que pedirles a todos por igual y en la medida en la que puedan según la edad que tengan, que colaboren en todo lo que tenga que ver con la casa. Para mí, también es importante hablarles de mis sentimientos para que los chicos empaticen de una manera muy temprana y las chicas comprendan que se comparten las tareas.
-¿Qué recomendaciones daría para no llegar a sentirse desbordada?
-Lo primero, abarcar lo que puedo sostener. Esto es muy importante. Lo segundo, tener un espacio para la pareja donde no se hable de los niños y siga habiendo esa conexión con el otro, y también tener un espacio para el autocuidado, que puede ser cada una el que desee. Yo recomendaría cultivar un espacio de serenidad interior que nos ayude a saber cómo estamos y cómo está nuestra familia: puedo no estar en el cambio de armario o en preparar la cena, en cosas que son delegables, pero estoy sí o sí en cómo van sus estudios, en cómo se sienten, en compartir un buen rato o en una charla donde hay que educar algo que tenemos que corregir. Ahí sí estoy, porque ahí no soy reemplazable.
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