

Secciones
Servicios
Destacamos
Escucha la noticia
4 min.
No hay tantas cosas inagotables en la vida. Lo malo es que pensamos que sí, que algunas de ellas nunca se 'gastan'.Nos pasa con ... la atención.Siempre creemos que es un bien que se mantiene más o menos estable, independientemente de lo que hagamos. Y quizá por eso seguimos dándole caña hasta el mismísimo momento de irnos a la cama.Es decir, sin concederle ni siquiera una tregua antes de caer dormidos. La 'culpa' de este fenómeno 'non-stop' la tienen en buena medida las notificaciones de nuestros móviles, tabletas y demás dispositivos: más de un tercio (35%) de los españoles las reciben hasta el momento en que se van a dormir, según un reciente estudio elaborado por Amazon Kindle. Según este dossier, para no sufrir las consecuencias de estar alerta hasta el momento de cerrar los ojos deberíamos dejar de recibir estos reclamos al menos una hora antes de acostarnos. Y no, no lo hacemos.
Parece algo fácil de lograr, pero en realidad no lo es tanto. Nos hemos vuelto adictos al control y por eso dependemos, hasta los últimos minutos de nuestra vigilia, de las alertas y notificaciones. El 93% de los españoles puede llegar a revisar sus dispositivos medio centenar de veces... ¡cada hora! Esta conducta es similar a un comportamiento adictivo: las notificaciones pueden desencadenar una liberación de dopamina y esto nos lleva a revisar el teléfono compulsivamente en busca de una nueva notificación. Y así nos pasamos el día, hasta el final, en busca de 'chutes'. ¿El precio? Nuestra atención, que no da para tanto, se 'venga' haciéndonos jugarretas.
Así lo afirma Aarón Fernández del Olmo, doctor en Psicología y neuropsicólogo clínico, que en su último libro, 'El cerebro es un cabrón' (ed. Kailas), explica las malas pasadas que a veces nos juega nuestra saturada cabeza. «Cada tarea demanda un nivel diferente de atención. En el nivel más bajo de exigencia estaría, por ejemplo, ver vídeos de TikTok: el dispositivo lo hace todo y por eso te puedes pasar cuatro horas seguidas haciéndolo... Esfuerzo cero. Un nivel intermedio sería una conversación trivial en la que tienes que estar atento pero que no te supone un gran desgaste. Y entre las tareas que sí nos requieren mucha atención se incluirían ciertos aspectos del trabajo o aprender algo nuevo», explica el experto. Atendiendo a esta pirámide, las tareas que más atención nos requieren las haríamos con más posibilidades de error, sobre todo al final del día, si nos boicoteamos con notificaciones.
Así, en el mejor de los casos, dosificamos nuestra atención según la complejidad.Y decimos en el mejor de los casos porque muy a menudo no 'aportamos' la concentración necesaria.Y no por un error nuestro de cálculo, sino porque, además, interrumpimos el proceso («es que la atención es un proceso», recalca Fernández del Olmo) con pequeñas distracciones, sobre todo con las alertas.
¿Qué podemos hacer si estos reclamos nos cansan y además nos interrumpen? Lo primero, prescindir de ellos en la medida de lo posible –móvil en modo avión, desactivar notificaciones...– y habilitar 'ventanas' de tiempo sin alertas; por ejemplo, tramos de dos horas en los que necesitamos estar centrados en otras cosas.
Y luego, según detalla el experto, la atención también se puede ejercitar, aunque es cierto que, como en casi todo, «existe un componente genético» en la manera en que respondemos a los estímulos.Si en nuestra familia hay gente con tendencia a distraerse con una mosca, es muy posible que tengamos que esforzarnos mucho más para centrarnos. Dicho esto, y poniendo voluntad para contrarrestar a la genética, Fernández del Olmo indica que debemos aprender a distinguir entre «los estímulos que podemos frenar y los que no». Obviamente, si en casa tenemos hijos pequeños que nos interrumpen, por ejemplo, poco podemos hacer. Pero las notificaciones... ¡ahí sí que la responsabilidad es nuestra! Podemos frenarlas. Si nos hacen falta por una cuestión laboral, deberíamos poder prescindir de ellas en nuestro tiempo de ocio, sobre todo al final del día, cuando las reservas de atención ya van justitas.A esas horas, destaca el neuropsicólogo, hay que ponerle las cosas más fáciles al cerebro, que está cansado.
Es por eso, subraya, por lo que nos damos atracones de comer –a ciertas horas ya no ejerce bien su función de autocontrol– y tenemos poca paciencia y saltamos ante cualquier nimiedad. En esta tesitura, atender notificaciones tiene una consecuencia muy directa: «Nos ocurren fenómenos como esos 'no me acuerdo de lo que he hecho', 'no sé qué he comido'... y esto es porque el cerebro necesita tiempo para almacenar información y, al no dárselo –porque pasamos de una cosa a otra–, se crea un embudo».
El neurocientífico Mark Williams, que ha colaborado en el estudio de Kindle, indica que las notificaciones antes de acostarse mantienen el organismo en un estado de alerta innecesario. Esto se traduce en que el 90% de la población se encuentra estresada por la noches. Y el 80% confiesa que su enganche a las alertas le hace quedarse dormido más tarde de lo previsto, aunque saben perfectamente que ni siquiera se trata de notificaciones importantes. Resultado: vamos a dormir menos horas y peor. ¿Qué podemos hacer en su lugar antes de dormir? Williams aconseja leer o escribir en un diario para 'relajar' el cerebro.
¿Ya estás registrado/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para registrados.
Reporta un error en esta noticia
Este podcast es exclusivo para suscriptores. Disfruta de acceso ilimitado
Comentar es una ventaja exclusiva para registrados
¿Ya eres registrado?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.