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La realidad es tozuda y, a veces, muy triste. Pese a que la consejera canaria de Sanidad, Esther Monzón, señaló hace unas semanas en el Parlamento regional que los hospitales del Servicio Canario de la Salud (SCS) favorecen el acompañamiento de las personas vulnerables, lo cierto es que en las Urgencias del hospital Insular de Gran Canaria a muchas personas mayores y dependientes se les impide tener compañía durante los días en los que están en el servicio a la espera de un cama en planta.
«Mi padre tiene 84 años. Lleva una semana en urgencias. Vinimos porque se asfixiaba y resulta que tuvo un principio de infarto», comenta una mujer que sale corriendo tras escuchar a una celadora pronunciando su nombre. Eso significa que podrá ver a su padre en el primer turno de visitas y que los 45 minutos al día de los que dispone para estar con él están a punto de comenzar.
Su marido, Rubén, continúa su relato. «Se te rompe el corazón al entrar ahí y ver a las personas mayores solas, en camillas. Hay una sala donde hay unas 30 o 40 personas separadas por biombos», asegura. «Hay personal que está al 100% y lo da todo. Otros dejan mucho que desear», señala mientras espera a su compañera junto a otras personas azotadas por el viento que se cuela en la 'sala'.
En esa marquesina gigante, situada bajo la visera de la entrada del servicio, otras personas confirman que la soledad que sufre su pariente no es excepcional en los pacientes más delicados.
Es el caso de María. Su padre está en urgencias desde el pasado domingo y allí sigue a la espera de ingreso. Tiene 89 años y esta vez ha sido el corazón el que le ha jugado una mala pasada. Lamenta no poder acompañarlo porque, aunque no es dependiente y su cabeza aún rige, es muy mayor. «Otra vez estuvo aquí por una infección de orina y lo tuvieron que atar para que no se quitara la sonda o se hiciera daño. Estaba desorientado», recuerda esta mujer que entiende que, si lo hubiera podido acompañar, el delirio febril habría sido más llevadero y la sujeción, quizá, no hubiera sido necesaria.
Nieves también está allí esperando saber en cuál de los dos turnos de visitas -en el de las 11.00 o en el de las 11.30 horas- podrá ver a su madre de 82 años, que permanece en el servicio de Urgencias desde el pasado martes. Se queja de la falta de información y lamenta que ningún médico le haya contado, hasta ahora, qué le pasa a su madre.
«Es muy penoso», dice Nieves que relata un capítulo surrealista vivido allí con anterioridad. «Mi madre tiene principio de demencia y salió de urgencias. Se fugó. Falta vigilancia», comenta.
Ella, al igual que otros familiares en las mismas circunstancias, vive con angustia las largas horas de soledad de estos pacientes mayores y frágiles.
Eli, de momento, no se puede quejar. Su madre, de 85 años y con un alzhéimer leve, está en urgencias desde el miércoles por una infección de orina. «La atención está siendo maravillosa aunque con tanta gente en tantos boxes trabajar allí es una locura. Están a tope». El miércoles estuvo con ella ocho horas. Ayer no le dejaron entrar, pero estaba dispuesta a convencer al personal para que le permitieran acompañarla. En breve, dice, su madre recibirá la tarjeta sanitaria AA (accesibilidad y acompañamiento), una calificación que otorga el médico de cabecera y que le asegura poder estar acompañada en los centros sanitarios. Un salvoconducto del que tuvo noticia en el hospital.
Ni la edad ni el requerimiento de cuidados de los pacientes les garantizan la compañía, sino este documento desconocido para la mayoría. «Actualmente en el servicio de Urgencias hay 17 personas con la tarjeta AA, de las que 12 están acompañadas», señalaba ayer el subdirector médico del hospital Insular, Manuel Fuentes.
El gestor hospitalario dice que no es una práctica habitual en Urgencias privar de compañía a los pacientes de elevada edad, demencia o discapacidad, si bien afirma que, ante las peticiones de acompañamiento, prevalece «el derecho de la atención sanitaria de todos los pacientes». En todo caso, asegura, la decisión de limitar la presencia de acompañantes se adopta en función de la situación del servicio en un momento determinado. En opinión de Fuentes, ayer no estaba especialmente saturado. Por ello, señala que «no es normal» el hecho de que haya pacientes vulnerables sin acompañamiento familiar. «No lo comparto», apostilló.
La «denigrante soledad» de las personas ancianas o con trastornos mentales en Urgencias del Insular fue denunciada hace un mes por Asamblea7islas a través de un comunicado. Además, en noviembre, la nieta de una anciana que estuvo días incomunicada en el servicio inició una recogida de firmas en internet para exigir un trato digno a los mayores.
También el diputado Miguel Pérez del Pino pidió explicaciones en el Parlamento canario a lo que calificó de «escándalo ético», tras sufrirlo en carne propia al intentar acompañar a su padre. En aquel momento, la consejera de Sanidad acusó al socialista de hacer una generalización a raíz de un caso excepcional y personal.
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