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Cuando uno piensa en su infancia y adolescencia resulta inevitable hacerlo también en las amistades con las que compartió aquellos años. Luego llega la vida ... adulta y nuestro círculo social mengua a pasos agigantados: terminamos relacionándonos con nuestros compañeros de trabajo y poco más, mientras damos por imposible hacer nuevas amistades más allá de los cuarenta.
Así lo atestiguan encuestas recientes como la de Sigma Dos, por la que el 67% de los españoles confiesa tener menos de cinco amigos verdaderos (un 30% de los preguntados sitúa entre 5 y 10 su número de amistades cercanas). Por su parte, en la muestra consultada por Ipsos Digital y Bumble, un 35% de los españoles siente no tener suficientes amigos. Esta pérdida en la facilidad para entablar nuevas relaciones conforme envejecemos tiene una explicación psicológica, explica Sofía Rademaker, Directora del Centro Psicológico SMC: «Con la edad, nuestro carácter tiende hacia lo inflexible; nos volvemos más selectivos y priorizamos calidad sobre cantidad, lo que añade dificultad para entablar nuevas amistades. Además nuestra vida se vuelve más estructurada por las responsabilidades laborales, familiares y personales, reduciéndose las oportunidades espontáneas para conocer a nuevas personas».
Algunas de las principales barreras para la amistad en la vida adulta son, en palabras de la psicóloga sanitaria, «la falta de tiempo y espacios comunes o la rutina», siendo esta última la que consume gran parte de nuestra energía y ganas de socializar. «Sobre todo si a estas responsabilidades se les da demasiada importancia -prosigue Rademaker- es habitual que la persona se aísle cada vez más en ellas. A veces se establece un círculo vicioso en el que cuando la persona detecta soledad como signo de necesitar contacto con los demás, más se centra en sus responsabilidades laborales como forma de evitación, por lo que se aísla más. Estos círculos viciosos (existen otros, como los depresivos o los ansiosos) tienen un gran peligro para la salud mental y física de las personas: es importante equilibrar el tiempo entre las obligaciones y la vida social, planificando encuentros sociales y gestionando el tiempo de manera más flexible».
En otras ocasiones evitamos ampliar nuestro círculo social por el miedo a ser rechazados o porque no sabemos cómo hacerlo sin forzar situaciones incómodas. En este punto, desde el centro SMC recomiendan «hacer huecos en la rutina para apuntarse a alguna actividad dónde poder conectar con gente de intereses comunes. Hoy en día las apps son una buena alternativa, ya que algunas permiten entablar amistades con las que realizar planes acordes. Los factores emocionales (como la desconfianza o la ansiedad social) a veces requieren algo más de trabajo a nivel psicológico, aunque una exposición gradual y respetuosa siempre es recomendable».
Muchas veces, las amistades que ya poseemos (por escasas que sean) suponen el mejor trampolín para conocer a gente nueva, explica Rademaker: «Pedir que nos presenten a nuevas personas, mostrarles interés genuino y ser consistentes en el contacto sin forzar la interacción son formas clave para desarrollar relaciones». Además, sabiendo que la propia sociedad tiene una tendencia al aislamiento cada vez mayor, la psicología social nos recuerda que tenemos que realizar un esfuerzo consciente por evitarlo, buscando comunidades que se adapten a nuestras necesidades: «Es importante realizar actividades que promuevan la interacción regular y la colaboración, como deportes en equipo, voluntariado, clases o eventos culturales. También, el lugar de trabajo o comunidades locales, como vecindarios o asociaciones, proporcionan espacios naturales para establecer lazos duraderos», añade la experta.
Lógico pensar, entonces, que las redes sociales son el santo grial frente a la soledad no deseada en la madurez, pero no es oro todo lo que reluce: «Aunque facilitan el contacto inicial y proporcionan un recurso rápido y fácil que ayuda a muchas personas a superar las barreras de tiempo y emocionales comentadas anteriormente, a veces dificultan la profundización de amistades -sobre todo si constituyen la principal vía de contacto-. Pueden crear una falsa sensación de conexión y reducir las interacciones cara a cara, que son fundamentales para desarrollar relaciones significativas».
En último término, los psicólogos recomiendan reforzar aquellas amistades preexistentes que sintamos que están debilitándose (dejar de compartir 'memes' en WhatsApp e interesarnos por las inquietudes del otro en el día a día); pero sobre todo abrazar la proactividad evitando pensamientos como 'ya conoceré a alguien' o de carácter victimista: «La clave está en la perseverancia y en cultivar relaciones poco a poco. Tener una actitud abierta y receptiva, sin forzar las interacciones, y aprender a sentirse cómodo en espacios sociales pequeños al principio, como reuniones o eventos», concluye Rademaker. Todo ello con el pertinente acompañamiento psicológico si nos sentimos incapaces de afrontar la cuestión por nuestra cuenta.
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