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Alejandro García se sitúa bajo el emblema de esta iglesia, su cubierta en forma de ave o paloma, vista desde abajo. Cober

«La iglesia de El Tablero fue mi proyecto más personal, en el que tuve más libertad creativa»

El Tablero celebra el 25 aniversario de su iglesia | El arquitecto que la ideó, Alejandro García Medina, explica en qué se inspiró y cómo fue su construcción

Gaumet Florido

San Bartolomé de Tirajana

Sábado, 3 de mayo 2025

El arquitecto que ideó la iglesia de la Santísima Trinidad de El Tablero, en San Bartolomé de Tirajana, lleva 25 años en el Servicio de Patrimonio Histórico del Cabildo, a donde llegó tras la transferencia de competencias del Gobierno. Él había ganado una plaza que convocó la Viceconsejería de Cultura y Deportes regional. Antes trabajó para los ayuntamientos de Firgas y Agüimes, fue profesor en el IES Antonio Cabrera (Telde) y estuvo un tiempo de ejercicio libre profesional.

¿Cómo acabó usted haciendo la iglesia de El Tablero?

–Yo acababa de cumplir 30 años, trabajaba por entonces en el ayuntamiento de Firgas y estando allí recibí una llamada de Tirso Castrillo, párroco de la Iglesia del Tablero. Me dijo: queremos construir una iglesia nueva y me han hablado de tu nombre, pero como hay otros arquitectos no sabemos cómo elegir. Y como yo era joven y era una oportunidad le dije: pues hagan un concursillo. Yo no tenía nada que perder y sí algo que ganar. Efectivamente, convocaron un concursillo. Entonces concertamos una cita, yo bajé a El Tablero una tarde y me explicaron lo que querían hacer. Que yo recuerde, participaron tres personas.

–¿Y qué querían hacer?

–Tenían la idea de hacer una iglesia que fuera moderna, que contemplara los criterios del Concilio Vaticano II y que aprovechara todo el sótano como garaje como fórmula de financiación. La nueva iglesia arriba sería de forma semicircular para que todos los feligreses pudieran rodear el altar y alrededor debería haber una serie de aulas, más que capillas. Estaban buscando un edificio multifuncional que permitiera diversos usos y, sobre todo, el uso de actividades tanto parroquiales o de catequesis como de reuniones y otras cosas. Más que iglesia iba a ser un centro parroquial dedicado a la vida comunal. De hecho, repasando estos días el proyecto llegué a colocar en una de aquellas aulas sillones de estancia y mesas de billar. Se contemplaba un edificio que se llenara por las tardes de actividades. Ya pudiera ser para estudio de niños o para biblioteca.

Alejandro García, en la nave-patio de la iglesia. Cober

–¿Cómo fue el proceso creativo?

–Recuerdo que aproveché el puente de la Inmaculada Concepción de 1993 para encerrarme en mi estudio y desarrollar una serie de láminas que aún conservo. Fue el proceso creativo más rápido que he tenido en mi vida. El apremio del tiempo obligaba a tomar decisiones inmediatas. Conservo los dibujos que hice la primera noche. Después de esa reunión cuando llegué a casa empecé a dibujar. Al principio no me puse a repartir habitaciones, metros ni nada, sino que empecé a buscar ideas y todas giraban en torno a la expresión del edificio. Una iglesia era una ocasión solemne para un arquitecto de hacer una obra singular. En este caso, la inspiración venía a través de la advocación, la iglesia de la Santísima Trinidad...

–Una advocación nada habitual.

–No, no lo es. Y no hay certezas de cómo llegó esa advocación a El Tablero. Bueno, con esa inspiración de fondo, aquella noche empecé a buscar motivos geométricos y simbólicos que pudieran conjugar con esa idea. Vamos a pensar en triángulos, en hexágonos o en números 3, 6, 9. Empiezo a pensar cómo se relaciona con el exterior. Iba a estar en una plaza muy alargada y el solar era muy rectangular. Eso me llevó a otras ideas donde los volúmenes se repartieran para formar una elipse que permitiera la mayor fluidez de la parte superior de la plaza con la parte inferior.

La inspiración

«Le di vueltas al Concilio Vaticano II, que proponía una iglesia más cerca del pueblo»

Alejandro García

Otra idea urbana era fragmentar el volumen. En lugar de hacer un edificio enorme, monolítico, el volumen se fragmentaría, otra vez los números, en tres volúmenes por un lado, tres volúmenes por el otro, en referencia a la Trinidad, pero que permitirían que el volumen apareciera a una escala propia del barrio. Cada uno de esos volúmenes tiene la escala de una vivienda de dos plantas, como si fueran una serie de casitas de dos plantas una al lado de otra. Y esas casitas van generando en medio un gran patio que acabaría siendo el gran salón de reuniones.

–¿La nave de la iglesia?

–Así es, la gran nave de la iglesia, donde estaría la mayor altura, el mayor volumen. Esta iglesia es un gran patio cubierto; como centro comunitario, iba a ser una reunión de reuniones.

–¿En qué se inspiró?

–Le di vueltas al Concilio Vaticano II, que proponía una iglesia más cerca del pueblo, más conectada y más participativa. Esas eran las premisas que me dieron. Yo ya había trabajado con iglesias anteriormente aunque ninguna se construyó y también influyó que me eduqué desde primero de EGB hasta COU en un centro de educación parroquial, la iglesia del Cristo, en Guanarteme. Ese es otro precedente escondido, porque hasta cuarto de EGB las clases estaban sobre la propia iglesia del Cristo. Y en las dos naves laterales había pasillos con aulas. Lo que en el Cristo eran dos pasillos paralelos, en El Tablero se convirtió en un pasillo en anillo en torno al espacio central. Otro precedente anecdótico fue un trabajo en tercero de carrera, un proyecto donde fragmenté los volúmenes y los reuní en torno a un patio central. Y otra fuente de inspiración lejana fue un famoso arquitecto, Louis Kahn. Todo eso se mezcla muy rápidamente y va apareciendo una propuesta en la que no busqué la novedad por la novedad, sino cumplir un programa y darle una forma expresiva.

Otra vista de la iglesia de la Santísima Trinidad. Cober

–Salió la iglesia de la Trinidad.

–Lo que hice fue proyectar ideas y entender que un templo es una expresión completa de una comunidad. Lo imaginé como un referente que se ve desde la autopista, en cómo se va a ver cuando me aproxime a él, cómo se va a ver cuando veo un objeto extraño y lo rodeo para conocerlo antes de atreverme a entrar; qué ocurre cuando veo la puerta principal y me enfrento al eje de entrada; si me invita a entrar o me expulsa. Veo muchas grietas de donde sale luz; muchas grietas donde hay puertas. De repente me puedo encontrar la puerta principal abierta, la de las grandes ocasiones, y si me asomo, veo un enorme eje que me dice: ven aquí directo, te estoy esperando. La secuencia de entrada, por tanto, vemos que no es un diseño de formas; es diseño de movimientos. Hablamos de un espacio dinámico, un espacio lleno de personas.

Por eso el edificio tenía que invitarnos y que una vez que yo lo viera y quisiera entrar, aunque fuera inconscientemente, sobre todo inconscientemente, me aproximase hacia el misterio, hacia lo luminoso. Dependiendo de la entrada que use, me va a dar un carácter distinto de entender el espacio y el edificio. Pero al final todo esto tiene un centro de gravedad simbólico, que es el altar. El altar representa el Cristo, es la mesa del misterio y es la mesa de la oración, la de la transubstanciación. Entonces todo este edificio no sería sino un imán para llevarnos al centro. A medida que me asomo al espacio, voy encontrando que se abre, se despliega y empieza a elevarse. Es en esa secuencia de entrada hacia lo trascendente que el espacio se hace más grande, más pleno, más llamativo. El pasillo, formado por tres líneas que se abren, me va aproximando al altar.

La construcción

«Se pusieron las tres primeras piedras en 1996 y se consagró en el 2000. Fue en cinco años. Nadie se lo podía creer»

Alejandro García

–El altar como centro...

Claro. Y detrás del altar, tres enormes vidrieras que me hipnotizan como un conejillo. Veo una cubierta singular que se eleva y se eleva, pero que a través de un hueco sobre el altar no puedo llegar a ver el final. Quiero saber qué hay al final. Y al tiempo me llama la propia imagen que está detrás del altar. ¿Quién es ese? Caramba. No hay un Cristo. Es Jesús, el mismísimo Jesús, que está caminando y sale a mi encuentro y me ofrece las manos. Me voy dando cuenta de que lo que veía por fuera de aquella cubierta singular ahora por dentro es una gran bóveda que se abre con un hueco que no alcanzo a ver. Hasta que llego al pie del altar y lo que veo en el suelo o veo en las vidrieras que se pueden iluminar es un pozo de agua. Es el baptisterio primitivo, como era primitivamente, que estaba en el suelo para un bautismo de inmersión. Cuando llego a ese punto por fin veo lo de arriba. Proyecté un camino, unas sensaciones.

–¿Y pudo ejecutar el proyecto en su integridad, con libertad?

–Sí, tuve libertad. Entre aquellos dibujos del concursillo y el proyecto real hay una variación muy pequeña. Cuando yo cogí aquellas ideas y las volví a llevar ante un comité muy pequeño, el párroco Tirso Castrillo Amor, Carmelo Pérez Rodríguez y José Antonio Sánchez, el núcleo duro del consejo parroquial, noté la sorpresa de recepción; yo estaba hablando de poesía, de teología, de un modo de poder participar en la misa y en la comunidad. La idea que me pidieron se había desarrollado.

–Y tanto, porque le contrataron.

–Sí. Recuerdo que fue un 23 de diciembre cuando recibo una llamada telefónica del alcalde. Me dijo: 'Soy Pepe Juan Quintana, estoy con Tirso, el párroco de El Tablero y él me ha dicho que eres tú el elegido, así que necesitamos que nos prepares el contrato antes de fin de año'. Todo fue muy rápido:el primer contacto fue a finales de noviembre; una primera cita y una presentación del proyecto, poco después del ocho de diciembre; y a finales de diciembre me eligieron. Preparé cuatro plantas y dos secciones y todos los alzados, y algunas explicaciones, en DIN A3, en color, que aún conservo. El contrato lo firmó el Ayuntamiento.

En la foto superior, vista de la fachada principal de la iglesia. Debajo, interior del templo y vista desde abajo de la parte más alta de la cubierta. Esta última imagen forma parte del archivo del arquitecto-autor de la obra. Cober / Arqto. Alejandro García
Imagen principal - En la foto superior, vista de la fachada principal de la iglesia. Debajo, interior del templo y vista desde abajo de la parte más alta de la cubierta. Esta última imagen forma parte del archivo del arquitecto-autor de la obra.
Imagen secundaria 1 - En la foto superior, vista de la fachada principal de la iglesia. Debajo, interior del templo y vista desde abajo de la parte más alta de la cubierta. Esta última imagen forma parte del archivo del arquitecto-autor de la obra.
Imagen secundaria 2 - En la foto superior, vista de la fachada principal de la iglesia. Debajo, interior del templo y vista desde abajo de la parte más alta de la cubierta. Esta última imagen forma parte del archivo del arquitecto-autor de la obra.

–¿Cómo la recibió el pueblo?

–El pueblo se volcó. Una parte de nuestro trabajo era generar elementos de entusiasmo, el proyecto debía ser ilusionante y por eso lo vendimos preparando unos carteles, tarjetas de navidad, un calendario de mano, un póster. Estábamos buscando la participación. Toda aquella comunidad se movilizó y generó colectas.

–¿Cómo la financiaron?

– Se logró financiar porque se hizo una permuta con el Ayuntamiento. La vieja iglesia y toda la plaza eran propiedad de la iglesia. A cambio de aquella plaza le dieron a la iglesia una nueva pieza de suelo y una indemnización por tirar la vieja iglesia. En ese convenio se incluía que el Ayuntamiento se haría cargo de los honorarios del proyecto. Con eso se pudo arrancar. Y para la segunda parte de la financiación tuvieron claro desde el principio que podían usar todo el sótano, más de 1.500 metros cuadrados, como garaje. La idea era vender las plazas para financiar la iglesia. Esa fue otra buena novedad. Hubo hasta trasteros. Vendieron una parte y el resto se puso de alquiler. Puede que se obtuviesen 40 o 50 millones de pesetas de la época. Pero es que desde el primer día se dedicaron a buscar donativos y se hicieron suscripciones mensuales que la gente iba pagando.

–Una iglesia del pueblo.

–En toda regla. Pero además hubo donativos de empresas locales y de grandes empresas de la zona. Y para llamar a la participación, se le ofertaba a la gente la posibilidad de pagar, por ejemplo, una ventana, para que se sintieran copropietarios de la iglesia.

–¿Qué lugar ocupa en su trayectoria este proyecto?

–Es el proyecto más relevante. A lo mejor no es el más grande, pero es probablemente el más personal, porque es en el que tuve más libertad creativa. Fueron unas condiciones que muy pocas iglesias tienen, con una plaza enorme y un edificio central.

Esqueleto de parte de la cubierta, con el llamativo cuello de la paloma-campanario. Arqto. Alejandro García

–Un ejemplo de libertad es esa paloma de la cubierta...

–Eso forma parte del misterio del arte. No pensé que el proyecto pudiera tener una cubierta en forma de paloma o de ave. Esa decisión me costó tomarla. Me estaba saliendo un poco del terreno de la abstracción y del terreno de la edificación común para hacer algo que podía ser un poco malinterpretado o ser tomado a broma. Surgió porque me pregunté: ¿y si la cubierta fuera el Espíritu Santo, siguiendo las premisas de la Santísima Trinidad?

–Siendo tan innovadora la propuesta, ¿tuvo resistencias por parte de las constructoras?

–Por ejemplo, al concurso de la cubierta se presentaron tres empresas de estructuras de madera, dos eran francesas y una española, y una de ellas propuso una idea de simplificar la cubierta. Tuve que mantenerme firme. Para eso, otra vez, fue clave el papel de la comunidad y del párroco, y su confianza. Tirso, al final, era el hombre en la obra, porque vivía allí, en la casa de la vieja iglesia. Y es que la obra se hizo por administración de la parroquia. No hubo una gran constructora que se hiciera cargo de todo. Y se fue haciendo poco a poco. El pueblo la vivía mientras se construía, como se hace con las casas de construcción familiar. Se celebraba con un asadero cuando se completaba un forjado. Y terminamos el garaje antes para que pudieran ser vendidas las plazas y ayudaran a financiar el edificio.

Foto del archivo del arquitecto. Muestra la iglesia aún en obras, pero ya bastante avanzada. Arqto. Alejandro García

–¿Y cuántos años duraron las obras?

–Se pusieron las tres primeras piedras el 16 de mayo de 1996 y se inauguró y se consagró el 6 de diciembre del 2000. Aún quedaban cosas por terminar, pero ya estaba lista para ser usada. Fue en cinco años. Nadie se lo podía creer.

–¿Y el coste?

–No lo sé en términos absolutos por esta fórmula de hacer las cosas con distintos contratos. El presupuesto que fijamos inicialmente fue de 140 millones de pesetas de entonces, pero me dijeron que se superaron los 200.

–Por cierto, ¿dijo que se colocaron tres primeras piedras?

–Esa es otra anécdota. Cuando empezamos a excavar nos encontramos una gran roca viva, que nos obligó a hacer un gasto no previsto, pero que nos sirvió para reducir la dimensión de los cimientos. Pues en aquel estanque de roca colocamos las tres primeras piedras, como la Trinidad. Eran una esfera de cristal, por el Padre, representando la totalidad, el universo, la luz, la transparencia; un cubo de piedra roja, de Gran Canaria, como el Hijo, a través de la materia, de la tierra, de la piedra y del color rojo de la sangre. Y una pirámide de cobre por el Espíritu Santo, porque el triángulo y el cobre son símbolos del fuego, y el fuego es una de las formas en que se presenta el Espíritu en Pentecostés. Metimos las tres piedras en una cápsula de madera.

–25 años después y siendo tan innovadora. ¿Ha envejecido bien?

–Eso lo dirá el tiempo.

Alejandro García Mayor

Una iglesia del pueblo hecha a la escala del pueblo

La iglesia se insertó a escala en el paisaje de El Tablero. Sin invadirlo. «Ni la cubierta ni la torre son excesivas, la bóveda parece natural sobre aquellos volúmenes y lo que parece un cuello de paloma tiene una dimensión armónica», explica el arquitecto. En la foto superior, día en que se colocaron las tres primeras piedras. En primera fila, el obispo Ramón Echarren, y a su lado, tras el micro, Carmelo Rodríguez, ambos fallecidos. Junto al prelado, Paco Vega. En segunda fila, detrás de Vega, José Antonio Sánchez y el arquitecto, Alejandro García. También en segunda fila, a la derecha, con gafas y bigote, el párroco Tirso Castrillo.

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