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Las necropsias siguen siempre un orden, que comienza con una inspección externa del animal en cuestión y una revisión sistemática de los órganos junto a la toma de muestras. Sin embargo, cuando el examen post mortem se tiene que hacer a un ejemplar como el rorcual común ('Balaenoptera physalus') que varó en la costa de Las Palmas de Gran Canaria el pasado lunes, las exigencias se hacen enormes. Eso explica que en el análisis que fue realizado este miércoles en el ecoparque Gran Canaria Sur, en Juan Grande, se necesitaran tantas manos. Diez veterinarios del Instituto Universitario de Sanidad Animal y Seguridad Alimentaria (IUSA) de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria y tres especialistas de la Sociedad para el Estudio de los Cetáceos en el Archipiélago Canario (Secac) tuvieron que emplearse a fondo para conocer los misterios que envolvieron la vida y la muerte de este cetáceo.
Estos expertos llegaron hasta las entrañas del animal. Y lo hicieron literalmente porque para acceder hasta los órganos de un cetáceo de estas dimensiones hay que introducirse en el cuerpo del leviatán.
«Tuvimos que meternos prácticamente dentro del animal para poder sacar uno de los pulmones», explica el doctor Manuel Arbelo del IUSA, quien dirigió la necropsia de la mano del catedrático de Anatomía Patológica, Antonio Fernández.
El rorcual común midió finalmente 17,5 metros de longitud -estos animales pueden llegar a alcanzar los 27 metros- y pesaba 27,4 toneladas, aunque estos animales pueden rondar las 40 o 50 toneladas.
Pese a sus extraordinarias dimensiones, los registros que maneja Arbelo siguen situando el techo máximo de Gran Canaria en una hembra de 19 metros de largo que hubo que sacar por el puerto de Arinaga en el año 2014. En Canarias se ha llegado a medir una hembra de rorcual común, en aguas de La Palma, en 1994, que alcanzó 21 metros, según los registros que manejaba la organización Canarias Conservación, de Manuel Carrillo.
En los últimos veinticinco años, han varado en aguas canarias un total de 15 ejemplares de rorcual común. De ellos, siete acabaron en las costas de Gran Canaria.
Lógicamente, un animal tan grande requirió un despliegue descomunal de esfuerzos solidarios de distintas personas, a las que el IUSA quiere agradecer su entrega desinteresada, desde Salvamento Marítimo hasta el Centro Coordinador de Emergencias 112 del Gobierno de Canarias, pasado por el centro de recuperación de fauna silvestre del Cabildo de Gran Canaria, que dirige Pascual Calabuig, la Autoridad Portuaria, los buzos profesionales de Reprosub, Astican, la Secac o el personal del ecoparque Gran Canaria Sur. La aportación de todos ha sido esencial para tratar de desentrañar las causas de la muerte de este rorcual común y conocer mejor a una especie en la que nace el segundo animal mayor del planeta. «Todos han ayudado para que podamos comprender mejor a estos animales que viven en las aguas canarias», indicó Arbelo.
Aunque los análisis llevarán tiempo para determinar las causas concretas de la muerte del rorcual común, los primeros indicios ya permiten tener algunas conclusiones. La primera es que se puede descartar la actividad humana como causa de la muerte del cetáceo. «No hay indicios que puedan señalar que el animal sufrió una muerte traumática como consecuencia de la actividad humana», explicó el experto del IUSA, el grupo que este 8 de mayo recibe un galardón en el marco del acto de reconocimiento a la excelencia investigadora y entrega de premios de satisfacción del alumnado con la calidad docente que otorga la ULPGC.
Todo apunta, por tanto, que el animal murió por causas naturales. En general, el rorcual tenía una condición general adecuada, si bien el estómago no tenía alimento. «Aunque sí había heces en el intestino, no había contenido estomacal, lo que indica que llevaba días sin alimentarse», indicó el doctor Arbelo.
Lo que sí presentaba el cetáceo varado eran lesiones pulmonares de cierta consideración que pudieran haber tenido un papel relevante en la muerte del rorcual, que parece que pudo ser rápida.
«Nos llamó la atención que los pulmones estuvieran bastante colapsados», explicó el veterinario de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, «tenían un volumen muy reducido».
Los pulmones parecían relativamente pequeños para un cuerpo tan grande como el del rorcual rescatado en el litoral sureste de Las Palmas de Gran Canaria. De hecho, tenían un tamaño escaso si se comparaba con otros órganos, como el corazón o el hígado, que presentaban unas dimensiones más normales.
La necropsia requirió de más seis horas de trabajo en el ecoparque Gran Canaria Sur, hasta donde fue llevado el cetáceo el martes pasado después de una titánica labor de izado con una grúa en los astilleros de la empresa Astican.
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