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De vida tan sugestiva como azarosa, James Joyce es un referente indiscutible de la literatura contemporánea. Por eso sus escritos, también los epistolares, deparan sorpresas y esclarecen algunos secretos del quehacer literario del escritor. La editorial Páginas de Espuma completa ahora la publicación de la correspondencia completa de James Joyce, un empeño que empezó a acometer hace dos años y que ahora culmina con la aparición de un tomo de casi 1.200 páginas en papel biblia. El libro, traducido y editado por Diego Garrido, incluye las misivas enviadas y recibidas por el escritor irlandés entre 1920 y 1941, unas amables y otras que rozan la injuria.
El libro que ahora ve la luz abarca los años del reconocimiento y la fama, la adulación abrumadora por parte de amigos y crítica, pero también los de turbia soledad, desánimo e incomprensión, años en que aconteció un hecho decisivo: la enfermedad irreversible de su hija Lucia. Las muchas páginas del volumen configuran un retrato apasionante que conjuga la biografía con los avatares de la publicación del 'Ulises' y la crónica de la escritura de 'Finnegans Wake'.
El tomo incorpora la sección 'Joyce en los ojos de sus amigos', una reveladora serie de perfiles -no siempre compasivos ni amistosos- del autor, escritos por otros colegas. El volumen se acompaña de abundante material gráfico y un exhaustivo índice onomástico en el que el editor se ha dejado las pestañas.
Tampoco son indulgentes los comentarios de su hermano Stanislaus cuando leyó 'Finnegans Wake', todo un galimatías que colma su paciencia. «No sé si toda esa palabrería delirante sobre el medio alto sombrero y los modernos retretes femeninos (prácticamente lo único que he logrado entender de esta producción de pesadilla) está escrita con la intención deliberada de tomarle el pelo al lector o no».
Las cartas de James Joyce han tenido dos grandes editores: Stuart Gilbert, amigo del prosista, y Richard Ellmann, un hombre obsesivo y perseverante que hizo una fascinante descripción de la escena literaria y artística de la época de Joyce, aunque para su desgracia no conoció al genio dublinés, sino solo a su hermano Stanislaus.
Gilbert entregó a la imprenta un volumen, en el año 1957, no mucho después de la muerte del escritor, en el que se mostraba a un James Joyce algo aburrido, ya en la cumbre de su éxito, siempre adusto, aunque no por ello descortés. No obstante, tal empresa contaba con una laguna: las cartas más pornográficas, además de otras especialmente brutales.
Por su parte, Ellmann, que tenía la ventaja de no ser amigo de la familia, alumbró en 1966 un segundo y tercer volumen, ambos mucho más extensos, que el temperamento del novelista y poeta, con sus contradicciones y ensimismamientos. Tras una vida dedicada al estudio, Ellmann tuvo tiempo de lograr un resarcimiento. En 1975 publicó 'Selected Letters of James Joyce', una amplia antología de sus misivas y la celebradísima incorporación de lo que desde entonces se llamó, con un eufemismo poco acertado, Cartas de amor a Nora Barnacle, su esposa, epístolas que uno y otro usaban para expresar sus deseos más procaces y eróticos. Nora quemó las suyas a la muerte de su marido, pero no las de él.
Si en el primer volumen se abordaban los territorios íntimos del autor de 'Dublineses' y los pensamientos que acechaban al escritor tras crear 'Stephen Hero' y 'Retrato del artista adolescente', en esta segunda entrega se pinta un Joyce ya consagrado. Se cuentan, pues, sus años parisinos, que abarcan dos décadas, tras haber hallado refugio en Zúrich durante la Primera Guerra Mundial. Solo las últimas cartas, las firmadas a partir de 1940, remiten a la estancia de Joyce en Saint-Gérand-le-Puy, cerca de Zúrich, antes de su muerte en 1941.
Durante esos años Joyce mantuvo un intercambio epistolar copioso, fruto de los muchos compromisos adquiridos a los que le obligó la publicación del 'Ulises', lo que convirtió a su autor en una figura conocida y reconocida. Al mismo tiempo, surgieron nubarrones en su ánimo, producto de la esquizofrenia dignosticada a su hija, que tuvo una vida errabunda de manicomio en manicomio,
La carta que abre el tomo consiste en una tarjeta postal fechada el 12 de julio de 1920 en París, poco después de la llegada de Joyce a la ciudad, y está dirigida a Stanislaus. La última que firma el autor es otra postal remitida a la misma persona, esta vez desde Zúrich, el 4 de enero de 1941, poco antes de su muerte. Entre una y otra, menudean las misivas al mismo hermano, pero también a Ezra Pound, a Harriet Shaw Weaver (la mecenas de Joyce) y, por supuesto, a Sylvia Beach, quien desempeñó un papel devisivo en la publicación del 'Uliseses', una obra considerada obscena en EE UU.
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