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Ya faltan muy pocas horas para el mundo vuelva a estar pendiente de un cónclave donde se elegirá a un nuevo Papa. Una vez más, ... la famosa Capilla Sixtina del Vaticano acogerá, a partir de este miércoles, la primera sesión de un proceso de designación con cientos de años de historia. Por ello, es fácil perderse con las piezas que forman parte del singular engranaje que se desplegará en ese escenario incomparable. ¿Quiénes tienen derecho a voto?, ¿cuántos sufragios son necesarios para poder nombrar al nuevo Pontífice?, ¿qué pasa tras una fumata blanca? Aquí damos respuesta a las preguntas más frecuentes de una reunión a puerta cerrada en la que está en juego la continuidad de la línea aperturista iniciada por Jorge Mario Bergoglio, fallecido el 21 de abril a los 88 años tras más de 12 años de pontificado, o el viraje hacia posiciones más conservadoras. La decisión final personificada en el próximo obispo de Roma marcará el futuro de la Iglesia Católica que atesora más de 1.400 millones de creyentes.
El colegio cardenalicio está compuesto por 252 miembros, pero sólo pueden votar los menores de 80 años. En total, tras confirmar su presencia en Roma, 133 purpurados procedentes de más de 70 países y que apenas se conocen entre ellos salvo los contactos que han mantenido estos días en las congregaciones generales para acercar posturas sobre la dirección que debe seguir la Iglesia. Se trata de uno de los cónclaves más numerosos y heterogéneos de la historia del Catolicismo.
Los participantes en el cónclave pernoctan estos días en Santa Marta, la residencia dentro del Vaticano que Juan Pablo II construyó tras las dificultades logísticas de la reunión de 1978 que eligió al Papa polaco. Desde sus habitaciones, los cardenales se dirigirán cada día a la Capilla Sixtina donde se celebran las votaciones.
No, los purpurados sólo entran en la magnífica estancia vaticana a depositar su sufragio. De hecho, la ceremonia transcurre en completo silencio. Los debates y el intercambio de impresiones una vez que comienza el cónclave tiene lugar fuera de él, sobre todo a la hora de las comidas o en encuentros informales, como en pasillos e incluso en sus propias habitaciones.
Es tradición que en el primer día de cónclave solo se realice una votación. Por tanto, los cardenales con derecho a voto entrarán en la Capilla Sixtina a las 16.30 horas. Tras tomar asiento y entonar el 'Veni Creator, irán depositando su papeleta con el nombre elegido, doblada por la mitad, en una urna que se encuentra en el altar. Nadie espera que de aquí surja la fumata blanca. A partir del jueves, los cardenales votarán cuatro veces al día, dos por la mañana (a partir de las 9.00) y dos por la tarde (a partir de las 16.00), incluyendo los fines de semana. Para ser elegido Papa se necesita el apoyo de dos tercios de los 133 cardenales, es decir, 89 votos. Si después de tres días de votaciones sigue sin haber elección, se hace una pausa de un día, para que los cardenales recen, reflexionen y puedan conversar entre ellos. Como las papeletas se quemarán tras cada tanda de dos votaciones, las fumatas están previstas alrededor de las 12.00 y las 19.00 horas de cada jornada, pero podrían adelantarse si se ha elegido Papa en la primera votación de cada turno.
Las fumatas que salen de las chimeneas del Vaticano indican la finalización de una nueva ronda de votaciones y se espera que la primera de ellas surque los cielos romanos sobre las 18.00 o 19.00 horas de mañana. Su color es fundamental para conocer si se ha elegido a un nuevo Papa. Si se fracasa en el intento, la humareda, formada al quemar los votos en una estufa, será negra. Si finalmente hay consenso, será blanca gracias al añadido de un compuesto químico a la quema y, entonces, comenzará la cuenta atrás para conocer la identidad del nuevo Pontífice.
Al menos dos tercios. En el caso de este cónclave, 89 de los 133 cardenales deberán coincidir en el voto a un mismo candidato.
Las quinielas vaticanas apuntan al cardenal italiano Pietro Parolin, de 70 años, mano derecha de Francisco desde su puesto de secretario de Estado del Vaticano. El hasta ahora número dos de la jerarquía vaticana, diplomático de carrera, podría reunir los votos de quienes consideran que tras el terremoto eclesiástico que ha supuesto Bergoglio, hace falta un tiempo para asentar los cambios de su antecesor. Por ello, contaría también con los votos del ala más conservadora de los purpurados. Otro favorito sería el filipino Luis Antonio Tagle, de 67 años, a quien el pontífice argentino puso al frente del Dicasterio para la Evangelización y el maltés Mario Grech, de 68 años, muy conocido debido a que organizó los últimos Sínodos de los Obispos, además del agustino Robert Francis Prevost, de 69 años, estadounidense de nacimiento pero con experiencia episcopal en Perú.
Sí, dos salesianos. Ángel Fernandez Artime, de 64 años, que aúna la experiencia al frente de su congregación con su último período en el 'ministerio' vaticano encargado de la vida religiosa. Y Cristóbal López, arzobispo de Rabat de 72 años y que estuvo durante años de servicio en América Latina.
No, aunque en este caso se espera que el proceso no se alargue más de dos o tres días, según los mentideros vaticanos. Los cardenales quieren evitar un cónclave largo que daría una imagen de división interna entre los llamados príncipes de la Iglesia, aunque todo indica que no habrá una elección rápida como las de 2005 y 2013. Entonces, Joseph Ratzinger y el propio Jorge Mario Bergoglio, respectivamente, se convirtieron nuevos pontífices tan sólo 24 horas después del inicio de los sufragios. En todo caso, si tras tres jornadas con 13 votaciones a sus espaldas los purpurados siguen sin ponerse de acuerdo, se hará una pausa electoral de un día con el objetivo de volver a reunirse y dirimir sus diferencias, lo que sucedería el próximo domingo. Sería algo histórico, ya que no ha habido una situación similar en el último siglo y medio.
El proceso se acelera con jornadas de siete votaciones, con un día de descanso. Si todavía no se ha producido la fumata blanca tras 34 escrutinios, se pasaría a elegir sólo a los dos candidatos con más apoyos. Eso sí, se mantendría la mayoría de dos tercios para poder nombrar al nuevo pontífice. Para la elección de Juan XXIII, en 1958, se necesitaron 11 votaciones y ocho para la de Juan Pablo II, en 1978.
Sí, un cardenal puede decidir no aceptar el anillo de las sandalias del pescador, como también se le conoce al hecho de convertirse en el líder de la Iglesia Católica. Su negativa, conocida como 'non accepto', debe expresarse de forma explícita en el momento de la proclamación. Si finalmente acepta el reto, deberá elegir el nombre que adoptará como nuevo Papa.
Tras ser felicitado por el resto de prelados, el nuevo Papa se retirará a una habitación, conocida como las lágrimas, para orar y prepararse para acometer la ardua tarea que le espera por delante. Ahí elegirá la talla del hábito blanco, entre tres disponibles, que le acompañará hasta el final de sus días y saldrá al balcón de la basílica de San Pedro unos 45 minutos después de la fumata blanca. Poco antes, el protodiácono, el cardenal francés Dominique Mamberti, desvelará en latín con la fórmula 'Habemus Papam' la identidad del nuevo Pontífice y su nuevo nombre. Acto seguido, el recién elegido obispo de Roma hará su primera aparición ante los miles de fieles que abarrotan la plaza y a los del resto del mundo que han esperado pacientemente a sus primeras palabras como nuevo líder de la Iglesia Católica.
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